Fémina Furia

martes, diciembre 20, 2005

Gravitación

Acomodar los sinsabores,
las cuentas pendientes, la ropa en los cajones.
Las rutinas, como dientes cepillados,
tres veces al día,
religiosamente.
Diez minutos de ejercicio en la mañana,
diez en la noche,
la ortopedista jura que lo que sea es bueno.
Veinte minutos de viaje
a mi oficina,
cuarenta más si quiero regresar temprano,
porque a esa hora el tráfico es peludo.
Trabajar ocho horas, al menos,
cada día,
empezar por el principio
y no contarme finales.
Rendir mucho y siempre rápido,
no sea que me confundan
con un modelo antiguo.
Tragarme el jugo en el auto,
peinarme en ascensores,
engrapar los agujeros de la ropa.
Alimentar al pez y a los felinos,
no dejar que las plantas se mueran de frío.
Socializar un poco,
escribirle un mail a los amigos,
prometiendo que algún día
volverán a verme.
Pedir el noveno express intravenoso
para que los párpados
no lloren tan despacio.
Contestar el teléfono
con voz de Dulcinea
para que nadie diga
que lo maltrato mucho.
Comer,
porque si no me muero.
Visitar supermercados,
a las diez de la noche,
y cargar las bolsas de la fruta tres pisos.
Documentar las desviaciones
de la norma de calidad
mientras escupo.
Escuchar a Saint Germain
con el volumen en 23
en una calle colapsada.
Esquivar a un microbusero homicida,
sonreírle con rabia a la inclemente
señorita que cobra el recibo de la luz.
Encontrar una brizna de tiempo
para tomarme un café con alguien
que me tire un piropo.
Menjurjes nocturnos para limpiar la piel
y las heridas.
Internet y las pantallas devorándome diario.
Alucinar con todo
y preguntarme
qué carajos haría
si tuviera un hijo.