Fémina Furia

martes, mayo 17, 2005

En el Zócalo

El Zócalo de carne prodigiosa
La recibió en su pecho de bandera
Ondeando los vapores de la tarde
Ventana para ver volar el cielo
Da pánico el color de los soldados
Pero puede más la gala de la fiesta
La brisa entre la seda está bailando
Y Amparo baila siempre que se queda
No observa a los transeúntes que titilan
Y forman efímeras madejas
Su alma de bandera sólo sueña
Con pájaros con libros con cometas
De pronto siente Amparo la mordida
La mano de animal que la profana
Un hombre ha decidido que su cuerpo
Es postre de ciudad y sobremesa
Sin miedo y sin piedad alza su falda
Y mancha los relieves con el tacto
Injuria con las manos la cadera
Se jura con permiso de tocarla
Amparo se voltea un mar de furia
Pero nadie da señales de ayudarla
Qué importa si total es tan frecuente
Que roben la tibieza con los dientes
Ella busca con los ojos mancillados
Pero nadie le regresa la mirada
Decide cultivar la diferencia
Y estallan los hartazgos y las rabias
Amparo convirtió su puño en piedra
Y le rompió las olas en la cara
Aquel profanador tan sorprendido
No pudo adivinar la resistencia
Con flamas cegadoras con certeza
Golpeó la impunidad del miserable
Para no dejarle ganas de tentarla
Para no seguir soldando las cadenas
El tipo quiso huir y abrió una brecha
Entre los pocos espacios sin personas
Pero entonces como ejército divino
Aparecieron de la nada las señoras
Eran ángeles de carne verdadera
Con huellas de la vida sobre el cuerpo
“Madréalo” gritaban “no te dejes”
Y entretanto a ese bribón iban rodeando
Eran viejas y maduras las mujeres
En sus almas se veía la tristeza
Tantas veces les habían roto la carne
Tantos años se tragaron la violencia
Como fieras lo cercaron poderosas
La muralla sin resquicios ni fracturas
Y aquel hombre estaba inmóvil temeroso
Otras tantas mujeres se arrimaban
La bandera como un mar seguía bailando
Y en el Zócalo brillaron esperanzas
Amparo se volvió una boxeadora
Y puso en cada golpe una promesa
Ya no habrá que derramar las reverencias
Ya no más absolución para su encono
En la mente edificó los ateneos
Y juró nunca callarse por vergüenza
Cuando el hombre consiguió por fin fugarse
Las mujeres se miraron ya más serias
Poco a poco se fueron dispersando
Con el fuego de la furia en el ocaso
Aunque Amparo se sabía bien vengada
No podría ya borrarse el toqueteo
Y sintió que era tan frágil la victoria
Cuando estuvo sola en medio de la plaza
El viento se volvió materia inerte
Y la seda voladora fue cayendo
La bandera solitaria sin guerreras
No puede castigar al que la muerde