Resistencia
Para Jesús G.
Tengo rabia y fiebre, un volcán sangrado,
un cansancio milenario y pocas rosas;
las membranas deslucidas y una escama
tornasol que no sirve para rotar las inercias de la tierra.
Estoy harta de pelear por tener nombre,
por jugar a sentir y que me mires,
de arriba abajo,
como si toda esta lucha fuera vana.
Como si no importaran más las venas o las voces
que en las madrugadas claman por la vida.
Años vienen y van, desgraciando
las horas prisioneras y el olvido.
Basta una palabra para tirar las frágiles
redes que nivelan los podios.
Tú allá. Yo acá.
No hay manera de salvar esas distancias.
Cada vez que acerco mi boca al escenario,
te retuerces.
No puedes soportar
que haya derecho a ocupar las escaleras.
¿Quién eras, por cierto, antes de las llamas?
Un amanecer silente te tuvo prisionero,
pero antes, antes que nada,
habitaste un cuerpo de mujer
como el océano.
Conociste el calor y las caricias.
Las manzanas.
Y ese mismo abrigo te trajo, con el tiempo,
una danza nocturna que se volvió tu nido.
No podemos renunciar. No me revientes.
Deja que tenga isla y carretera.
Deja que hablen nuestras voces, escucha,
recorta el monopolio del micrófono.
Tengo rabia y fiebre, un volcán sangrado,
un cansancio milenario y pocas rosas;
las membranas deslucidas y una escama
tornasol que no sirve para rotar las inercias de la tierra.
Estoy harta de pelear por tener nombre,
por jugar a sentir y que me mires,
de arriba abajo,
como si toda esta lucha fuera vana.
Como si no importaran más las venas o las voces
que en las madrugadas claman por la vida.
Años vienen y van, desgraciando
las horas prisioneras y el olvido.
Basta una palabra para tirar las frágiles
redes que nivelan los podios.
Tú allá. Yo acá.
No hay manera de salvar esas distancias.
Cada vez que acerco mi boca al escenario,
te retuerces.
No puedes soportar
que haya derecho a ocupar las escaleras.
¿Quién eras, por cierto, antes de las llamas?
Un amanecer silente te tuvo prisionero,
pero antes, antes que nada,
habitaste un cuerpo de mujer
como el océano.
Conociste el calor y las caricias.
Las manzanas.
Y ese mismo abrigo te trajo, con el tiempo,
una danza nocturna que se volvió tu nido.
No podemos renunciar. No me revientes.
Deja que tenga isla y carretera.
Deja que hablen nuestras voces, escucha,
recorta el monopolio del micrófono.
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