Fémina Furia

martes, septiembre 20, 2005

No era para tanto...

Tuve un amigo milagroso
que dejó de hablarme seis años
cuando ya no fui su novia

Tengo un amigo desquiciado
que no puede soportar que su ex pareja
sea tan elegante

Nunca fui celosa ni pedía
que mi marido rindiese cuentas
o llamara

Jamás dudé de una mirada tibia
de un abrazo nocturno
de una mano sabia

No perdí la cabeza ni las ganas
cuando me dijeron "hasta aquí llegó
nuestro tejido"

No jugué a la renuncia ni a los dones
simplemente
respiré y seguí cambiando

Siembra el terror los dientes en el alma

Para ellas, en Juárez y en la tierra.

I
He temido tantas noches el color de las calles,
con la respiración cerrada y los ojos sin viento.
Tantas, tantas horas caminé con esa angustia,
esperando los golpes, las paredes,
los lugares sin sueño.
La noche ya no duerme. No descansa.
Abre la boca con heridas largas.
Mi corazón asustado mira el pánico crecer como epidemia.

II
Calles sin alma y sin abrigo, en las que nadie mira a nadie.
Rito cotidiano de encontrarse
con una multitud desconocida, ajena
por completo a tu corazón
y tu vida, distanciada de tu muerte,
miles de personas a las que no les haces falta.
No hay tiempo para detenerse a recoger a los caídos.
Ríos de zapatos apurados como hormigas
pasan raudos sin sentir los cuerpos rotos.
Y en el fondo, por telón,
se desangra el color de la masacre.


III
El miedo socavó un boquete en nuestros cuerpos.
Es inmensa la distancia entre nosotros:
¿Cómo volaremos con tantos traumatismos?
Si desgarras como un hacha furibunda mi corazón de carne
y me usas y me rompes vengándote del día,
rebanando los jacintos, las magnolias,
esta tibia condición de carne abierta, plagada
de moretes y golpes cardinales.
Tú me odias. Tú me matas.
No sé porque motivo.

IV
La radio cantó la historia de terror al mediodía:
la encontraron envuelta en una sábana de sangre.
Violada. Aplastada. Mutilada. Rota.
Una muñeca desterrada en el infierno.
Pero viva, con la furia y el instinto aullándole en las venas,
el latido abierto, los ojos mansos,
eterna ciudadana del pánico, el abismo.
La dejaron sin brazos.
Como si alguien fuera dueño de su cuerpo y del futuro.
Blandiendo impunidad como guadaña.
Le cortaron los brazos.
Le cortaron los brazos.
Nunca más tocará la primavera sus manos.

V
Me tocas la noche y me lames entera.
A veces me duermo confiada en tus brazos.
Tu piel desenreda mis hebras heridas,
el sueño respira despacio.
Te llevas el miedo de tener cadera
y mostrarte los tibios destellos del mar.
En flor femenina se abre la estrella,
la sangre es tan frágil como la verdad.
La sangre de mujer que empapa la tierra
implora un descanso, suplica piedad.
La rabia deshoja la carne del mundo
y el miedo no deja respirar.
Tu piel se me escapa, no puedo sentirte.
Mi cuerpo es de piedra y no canta más.
Pero tú. Tú no matas.
¿Será que sólo quiero un guardaespaldas?

VI
Tierra, planeta
¿Qué pariste en tu piel?
¿No te duele el alma?
¿Qué haces con la huella de estos hijos tuyos que destrozan y devastan
y se acaban tu pecho, extirpándote las alas?
¿Qué esperas de nosotros, por qué no nos matas?
A nosotras
nos matan por el cuerpo,
por los platos retrasados en la mesa,
por creer derecho caminar.
Por las tardes, por las eras,
por los pechos que amamantan,
por la fértil dulzura que perfuma nuestra piel.
Y la grieta entre las piernas tiene precio.
Es un premio que se gana.
Una estrella desgarrada que se extingue
en las fauces de las hienas que nos matan.
Sé justa tierra. No nos pierdas.
Por piedad detén esta matanza.

VII
Aquí vivimos señores.
Aquí la tierra está regada con sangre.
Cuando coman jitomates, aguacates
y lechugas, recuerden que la sangre también es nutritiva.
No olviden que esta sangre es femenina,
por hombres cuidadosamente cultivada.
Aquí hacemos estadística y sabemos
que de cada cien agresores
sólo nueve son mujeres
y noventa y uno son hombres.
No se incendien señores.
Ya se ha vuelto normal el resultado.
Disfruten las verduras y recuerden
que hay más mujeres todavía.
No han logrado exterminarlas.
No nos faltarán los sembradíos.

VIII
Ya basta, compasión, ya basta.
Griten con fuerza, truenen campanas,
Que no cierren más ojos a la vida.
Que no rompan más estrellas estos parias.
Que les corten a ellos las proezas.
Que ninguna fortuna abra sus jaulas.
Que los cómplices no tengan potestades.
Que nadie les cobije las entrañas.
Que un río de hormigas apuradas
les pise las cabezas con zapatos.
Y el crujido no conmueva ni a las moscas.
Y a los cerdos, los que abusan,
y prefieren a su esposa ensangrentada,
que lo sepan, que nos teman,
que nos paguen con la vida la condena,
esta oscura cicatriz inoculada
en la carne fecunda de los cuerpos,
este miedo cegador que roba el alma
y nos hace crecer sangrando espinas.


Que se abran las puertas,
que se abran.
Vamos a salir pariendo balas.

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De: "La Espiral del Caracol"
Copyright © María Caracol 2005
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miércoles, septiembre 07, 2005

Compórtese...

No lo haga no se atreva a tirarse más de un hombre por semana
que no le han dicho que hace daño y más ahora que cualquiera coge
una de esas enfermedades raras e incurables
que cualquiera coge
un psicópata simpático que puede tener buen trabajo
pero está lleno de problemas
que cualquiera coge
unos cuerpos fabulosos en donde exiliaron al cerebro
que se disfrutan pero no calientan dulcemente la cama
no lo haga en estos tiempos
que cualquiera coge

martes, septiembre 06, 2005

Tu futuro

qué lástima querido que ya pasaron esas épocas
en que podía tener el corazón a oscuras y decirte
como un alma piadosa “ay mi amor no te preocupes
a cualquiera le pasa y sí me gustó”

qué lástima que ahora todo el comercio del mundo
te devorará los próximos doscientos años para que
te rasures las orejas te depiles la nariz
y tengas genitales siempre firmes y del tamaño esperado

qué lástima que también tu género
empezará a morir de hambre y de frío
y sus cuerpos se destrozarán en la búsqueda
de la mirada

cuando te mates para ser otro
acuérdate de mí y mis destellos de muerte
acuérdate que es verdad que lloraremos
porque es una lástima
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De: "La Espiral del Caracol"
Copyright © María Caracol 2005
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viernes, septiembre 02, 2005

Mi cuerpo

este cuerpo tibio que tengo entre las manos
está siempre cubierto de cenizas
le duelen coyunturas y caminos
la panza las amígdalas los huesos
el útero si expulsa al endometrio
la vida cuando pierde su sentido
es rabioso se acongoja tiene miedo
florece con el tacto y con los besos
se quema y se consume como el día
no sabe perdonarme los desvelos
creí siempre que su carne era la mía
pero no hay resurrección para su huerto
yo lo asesiné cuando era niña
y no puedo remendar sus agujeros
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De: "La Espiral del Caracol"
Copyright © María Caracol 2005
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